25 abril 2007

Tu música en el espacio

¿Quieres participar en un concurso de la ESA con el que puedes ganar un viaje a Kourou para presenciar un lanzamiento? Si tienes menos de 18 años, puedes hacerlo, y no tienes que ser ningún experto en nada para ganar. Bueno, sí, conviene que seas experto en lo que lo son el 90% de los jóvenes menores de 18 años: en música.

Se trata de preparar un listado de las 10 canciones que se supone puedan ser más adecuadas para ser escuchadas por los astronautas de la Estación Espacial Internacional. El criterio: el tuyo propio (aunque que ganes dependerá de que tu criterio coincida con el del jurado; estas cosas son así). Bien es cierto que los angloparlantes parecen tenerlo más fácil a priori, pues supongo que el contenido de la letra de las canciones elegidas tendrá mucho que decir en la elección final, y nos guste o no, el lenguaje universal en este terreno es el inglés. Pero nunca se sabe cuál será el criterio del jurado, y participar es gratis, así que… ¿por qué no probar?

Aquí tenéis el enlace a la página de la ESA donde se explica el concurso y se accede al formulario. ¡Tenéis hasta el 10 de mayo! ¡Suerte! (Imagen: ESA)

15 abril 2007

Velocidades, desplazamientos, y sorpresas orbitales

Esta entrada pretende aclarar algunos conceptos surgidos en el debate sobre la entrada anterior, “Erupciones desorbitantes”. Por ello, recomiendo leer antes tanto dicha entrada como sus comentarios.

El debate surge porque un lector comenta, casi de pasada, que en otro blog se trata un tema casi idéntico, y, tras leerlo, yo comento que hay un pequeño error de concepto en ese otro artículo (sin pretender criticar a su autor; quizás no sea más que una desafortunada forma de expresarlo). La cuestión es que dicho autor dice que una determinada perturbación en una órbita (el origen es lo de menos) produce “un desplazamiento de x al año”; literalmente, “La Tierra se dirige hacia el Sol a una velocidad de vértigo de…¡6 centímetros al año!” Y lo que quiero aclarar es que no, que no existe tal desplazamiento. Que si la explosión, o lo que sea, da como resultado la aparición de un vector velocidad dirigido hacia el Sol de valor 6 cm/año, esto no tiene nada que ver con que la Tierra realmente se desplace hacia el Sol 6 cm por año. Intentaré aclararlo.

A partir de ahora, a la explosión, erupción, o lo que sea, lo llamaremos perturbación. Y al cuerpo que la sufre (Io, la Tierra, planeta, satélite, sonda espacial, asteroide o lo que sea), lo llamaremos objeto.

Como bien señala uno de los lectores que comenta que estamos diciendo lo mismo (y yo insisto en que no), la velocidad final del objeto será la suma de la que llevaba más la inducida por la perturbación. Dicha suma será vectorial, y, por tanto, supondrá una velocidad final diferente en módulo y dirección de la velocidad inicial (muy poco diferente porque ya hemos visto en el artículo anterior que la perturbación es pequeña, pero olvidémonos de eso por ahora). El resultado también dependerá, lógicamente, de la dirección en la que actúe la velocidad de perturbación. Dicha dirección puede ser cualquiera, pero lo simplificaremos a tres casos extremos: en la misma dirección del movimiento (a favor o en contra del mismo), en perpendicular a la dirección de desplazamiento y al plano de la órbita, y en perpendicular a la dirección de desplazamiento pero en el plano de la órbita.

Todo esto se ve mucho mejor con dibujos, claro, y, a riesgo de ser pesado, os recomiendo el artículo que he comentado que publicaré en el número de junio de Espacio. Si os interesa este tema, allí está muy bien explicado (creo), incluyendo ejemplos muy curiosos de “boomerangs espaciales”: debido a cómo funcionan estas cosas, te puedes encontrar con que lanzas un objeto desde una estación espacial y al rato lo tienes de nuevo de vuelta como por arte de magia. En serio, si os interesa el tema, creo que merece la pena. (No llevo ninguna comisión en esto, los de la revista me pagan lo mismo independientemente de los ejemplares que vendan, no creáis que tengo interés especial en que compréis ese número, pero tiene mucha relación con lo que estamos hablando aquí). De todas formas, incluyo aquí algunos de los croquis que utilicé para ilustrar dicho artículo (que aunque trata sobre un tema algo distinto, utiliza los mismos principios y argumentos) para aclarar un poco lo que estamos hablando. En las imágenes, la órbita inicial es amarilla, la final azul, y el vector rojo representa la dirección de la perturbación.

Bueno, vuelvo al tema. ¿En qué se traduce la actuación de la perturbación en cada una de las tres direcciones comentadas? (Por simplicidad, supondremos en lo sucesivo que partimos de una órbita inicial circular; también supondremos que la perturbación se da en un periodo más o menos corto, considerándola más o menos instantánea). Veamos:

1. Perturbación de dirección coincidente con la dirección de desplazamiento. Esto supone un cambio en el módulo de la velocidad final del objeto, sin cambio de dirección. Será un aumento o disminución de su velocidad, sin más. Ello se traduce en una modificación de la forma de la órbita, un cambio en su excentricidad. Como partíamos de una órbita circular (hipótesis simplificatoria), tendremos dos casos:

1.a. Si la velocidad aumenta, tendremos una órbita elíptica con su pericentro coincidente con el punto de actuación de la perturbación, y su apocentro más elevado, en el punto diametralmente opuesto.
1.b. Si la velocidad disminuye, tendremos una órbita elíptica con su apocentro coincidente con el punto de actuación de la perturbación, y su pericentro más bajo, en el punto diametralmente opuesto.

2.Perturbación de dirección perpendicular a la dirección de desplazamiento y al plano de la órbita. Esto supone un pequeño cambio en el módulo de la velocidad final del objeto y, lo que es más importante, una desviación de su dirección. El cambio de velocidad provocará lo comentado en el punto 1 (de mucha menor magnitud, porque al sumarse dos vectores perpendiculares, el efecto en el módulo es mucho menos efectivo, creo que se ve claro), y, principalmente, una inclinación del plano orbital. Es decir, el plano de la órbita se inclinará ligeramente.

3. Perturbación de dirección perpendicular a la dirección de desplazamiento pero contenida en el plano de la órbita. En este caso no tenemos variación en el plano orbital, y sí tenemos una pequeña variación en el módulo de la velocidad. El efecto es similar al del punto 1, aunque con dos diferencias:

3.a. Al no sumarse la velocidad directamente (misma dirección), el efecto final en la variación de velocidad es menor (efecto deformante de la órbita menor)

3.b. Al variar la dirección final de la velocidad, el punto donde actúa la perturbación no se convierte en el pericentro o apocentro de la órbita final, sino en un punto intermedio de dicha órbita.

Por lo demás, podemos considerar este caso como un caso particular del punto 1, sin mayor interés para este estudio.

Bien, ahora que ya hemos visto las posibilidades (olvidándonos de que existen otras infinitas posibilidades intermedias entre estas tres, y con efectos que son, por tanto, una mezcla de todos ellos), pongámosle números. Utilizaremos nuestro ejemplo inicial (artículo anterior), del satélite joviano Io, sobre el que aplicamos una descomunal perturbación de 1 cm/s (descomunal porque fue el valor que obtuvimos para la hipótesis de expulsar una masa de miles de montañas a una velocidad de 11 km/s, velocidad de escape terrestre y más de 4 veces superior a la de escape de Io, como se molestó en calcular Salva85, que yo fui más vago).

Pues bien, si suponemos que la perturbación actúa como en el caso 1.a, es decir, en la misma dirección y sentido de desplazamiento de Io en su órbita, tendremos que su velocidad ha pasado de 17,34785 km/s a 17,34786 km/s (no os toméis estos números al pie de la letra; la simplificación de suponer órbita circular, y los errores de redondeo en las magnitudes usadas, como masa de Júpiter y demás, hacen que no sean exactos, pero como lo que nos interesa es ver diferencias, y no valores absolutos, nos sirve de sobra). En este caso, haciendo un calculillo vemos que el radio del apogeo de la nueva órbita se convierte en 422000,97 km, frente al radio de la órbita inicial, que era de 422000 km. Es decir, con ese empujón de 1 cm/s (36 metros/hora), hemos obtenido una órbita elíptica que se separa de la circular un máximo de 973 metros, en el punto opuesto al empujón. En el punto del empujón, ambas órbitas serán tangentes.

Es curioso, ¿no? Aunque 973 m frente a 422000 km es una miseria, la verdad es que no está mal. Y lo más curioso es que la órbita se recorre en algo menos de 2 días (42,45 horas), lo cual quiere decir que al cabo de un día (21,23 horas, exactamente), el efecto del empujón es una variación de 973 metros. En cambio, si usamos la teoría lineal, la velocidad de 36 metros/hora hubiera supuesto una variación de 764 metros. ¡Menos que la realidad! Pero con una importante diferencia: siguiendo este criterio, al cabo de 42 horas el objeto se habría desplazado 1500 metros de su posición teórica, cuando en realidad en ese momento está exactamente en el punto de partida (desplazamiento cero; punto de tangencia de ambas órbitas). Al cabo de varios años, con el desplazamiento lineal, Io estaría a una distancia de x km, pero en la realidad, seguirá moviéndose en una órbita que sólo distará 973 metros de la inicial en su punto más separado, y tangente en el punto inicial. Es muy distinto.

Además, por seguir anotando “curiosidades”, la mayor distancia no se da en el punto de la órbita situado en la dirección en la que apunta la perturbación, sino en el situado a 90º. Por así decirlo, el empujón hacia delante se convierte en una máxima desviación situada hacia el lateral.

Para el caso 1.b no entraré en detalles, pero es el simétrico: en lugar de conseguir una órbita elíptica cuyo pericentro es el punto de perturbación, con un apocentro más alejado de Júpiter, tendremos una órbita elíptica cuyo apocentro será el punto de perturbación, y su pericentro estará más cercano a Júpiter. Por lo demás, todo igual.

Pasamos al caso 2: perturbación perpendicular a la dirección de desplazamiento, y al plano de la órbita. En este caso, tras la suma vectorial de ambas velocidades (la de Io, de 17,34784907 km/s, y la de perturbación, de 1 cm/s) tendremos una velocidad resultante de módulo “idéntico” (para mi calculadora cae dentro del error de redondeo, diferencia nula) y situada en un plano desviado un ángulo de 0,000033º con respecto al plano inicial.

La desviación en ángulo es despreciable, pero veamos cuánto supone de separación máxima con respecto a la órbita inicial en el caso extremo (punto de la órbita situado a 90º): pues 243 metros de desviación. Esta desviación máxima se dará al cabo de 10,61 horas; un cuarto de órbita más tarde (21,23 horas desde la perturbación), volveremos a cruzar la órbita inicial (desviación nula en ese punto), y seguirá de esta forma indefinidamente (en ausencia de nuevas perturbaciones). Por mucho tiempo que pase, tendremos una separación de Io con respecto a la posición que tendría en su órbita original que oscilará entre 0 y 243 metros. Si habláramos de un desplazamiento de 1 cm/s (y no de una perturbación de valor 1 cm/s) estaríamos diciendo que al cabo de 21,23 horas estaría a 764 metros, al cabo de 42,45 horas a 1,5 km, y así sucesivamente. Como veis, no tiene nada que ver.

¿Qué pasa en el caso 3? Pues que empiezo a estar cansado de cálculos, sinceramente :-) Pero de forma cualitativa lo podéis ver en el gráfico: es un caso similar al 1, sólo que ahora el punto de la perturbación no se convierte en un punto de tangencia entre la órbita inicial y final, sino en un punto de cruce entre ambas. Pero la desviación máxima conseguida es menor que en el caso 1.a (que salió de 973 metros). Si alguien lo pide encarecidamente, realizaré los cálculos exactos, pero ya otro día, que por hoy ya le he dedicado bastante a esto :-) De todas formas, creo que con los casos explicados ha sido suficiente para exponer la diferencia de terminología que motivó esta entrada. Y es que, en mecánica orbital, las cosas no funcionan como en los movimientos lineales, a los que estamos más acostumbrados; en el espacio, las leyes de la física actúan de forma curiosa, como cuando los astronautas de la Gemini IV intentaban dar alcance a una etapa gastada de su cohete lanzador y, cuanto más aceleraban en su dirección, más se alejaban; o como cuando lanzas basura desde tu estación espacial, y al rato la tienes de vuelta pegándote una colleja, convertida en boomerang como por arte de magia (lo que explico en el citado artículo de junio de Espacio). En el espacio, las cosas no se mueven como estamos acostumbrados.

En relación con lo expuesto aquí, fijaos que siempre que leáis sobre cualquier misión espacial, veréis que todo lo relacionado con lanzamientos o maniobras se mide en términos de “incremento de velocidad”, o “delta v”. Se trata siempre de incrementos vectoriales, que pueden ser incrementos, decrementos, o cambios de dirección. Pero todos ellos requieren proporcionar un empuje por parte de los motores que aporte un vector velocidad de ese valor en la dirección que se requiera, para conseguir un vector velocidad final acorde con las necesidades de la misión (es decir, con la nueva órbita a recorrer). Y que no se traducen directamente en desplazamientos de la forma en la que estamos acostumbrados a pensar, sino en cambios de órbita de diferentes tipos.

Imagino que todo esto, escrito aquí sin más ayuda que unos tristes gráficos, habrá quedado quizás un poco abstracto… Espero, no obstante, haber podido aclarar algo cómo funciona este apasionante campo de la mecánica espacial. Personalmente, es algo que me encanta. ¡Hasta otra!

(Imágenes: Javier Casado)

13 abril 2007

Erupciones "desorbitantes"

José Miguel Vives hace en una entrada anterior una pregunta interesante, en relación con las gigantescas erupciones que tienen lugar en Io, uno de los satélites galileanos de Júpiter. Por cierto, que ya lo sabéis casi todos, pero para los que empiezan a interesarse por estas cosas, recordaré que se llaman satélites galileanos a los cuatro descubiertos por Galileo ya en el siglo XVI, y que son Ganímedes, Calixto, Io y Europa; el número total de satélites de Júpiter asciende, por ahora, hasta 63… y subiendo, porque cada dos por tres se descubre alguno nuevo.

Comenta José Miguel lo siguiente, en relación a la foto que puse aquí: Una explosión tan grande como la que se ve en la foto, ¿no desvía la trayectoria del satélite respecto de su planeta? ¿Tendría consecuencias este cambio de trayectoria?

Pues no, una erupción como la de la foto no es capaz de alterar la órbita de Io, porque, como vemos en la foto, la masa eyectada vuelve a caer de nuevo sobre el astro. Podemos suponer que haya una cierta masa de gases, no visibles en la foto, que consigan escapar de la gravedad del satélite y se expulsen al exterior, pero parece lógico suponer, por lo que se ve en la foto, que la mayor parte de la masa expulsada cae de nuevo sobre Io.

¿Por qué es importante si cae o no cae sobre la superficie de nuevo? Porque para producir un impulso, de acuerdo al principio de acción y reacción, la masa expulsada debería ser “realmente” expulsada, es decir, debería entrar en trayectoria de escape de la gravedad de Io (¿ioina? ¿ioana? jo, qué palabros…). Es decir, la lava (y elementos asociados) debería ser expulsada por el cráter del volcán a una velocidad superior a la velocidad de escape del astro (que, por supuesto, no me sé de memoria para el caso de Io, y no me apetece calcularla, pero para este análisis nos da igual). Algo que sabemos que no sucede en este caso, porque la vemos caer de nuevo sobre el satélite, en lugar de aparecer como un chorro más o menos recto que se pierde en el espacio (recto en las proximidades de Io, luego empezaría a curvarse donde la gravedad de Júpiter empezase a dominar sobre la de su satélite).

Si el chorro saliera de esa forma, a la velocidad de escape (o superior), tendríamos un empuje sobre el astro (como en un motor de reacción o en un motor cohete), que alteraría su órbita. ¿Cuánto? Pues depende, pero en cualquier caso, muy poco, salvo que Io se esté prácticamente “vaciando” entero a través de ese cráter. La velocidad inducida sobre Io sería igual a la velocidad de expulsión de la materia del volcán, multiplicada por la masa de dicha materia, y dividida por la masa total de Io. Dado que la masa expulsada, por enorme que sea, no deja de ser una fracción infinitesimal de la masa total del satélite, la velocidad inducida sobre Io será muchísimo menor que la de salida de la lava.

Pongamos números: supongamos que la materia se expulsa a la enorme velocidad de 11 km/s (velocidad de escape de la Tierra, muy superior a la velocidad de escape de Io cuyo valor no calculo por vagancia); y supongamos también, exagerando muchísimo (enormemente), que la totalidad de la masa expulsada supone la millonésima parte de la masa de Io (que es de unos 9x10 elevado a 22 kg), es decir, que la masa expulsada sea de unos 10 elevado a 17 kg (por cierto, si alguien sabe cómo leches se ponen subíndices y superíndices en Blogger, que me lo diga, plís). Esto es una auténtica burrada, pues, con la densidad media de la Tierra, es la masa equivalente a unos 18.000 cubos de roca de 1 kilómetro de lado, la masa de miles de montañas; me he pasado tanto en masa como en velocidad, sí, pero no importa, así se verá más claramente que de todas formas el efecto es insignificante.

Pues bien, con esos números, tendríamos que el efecto es un impulso sobre el astro de un valor de 1 centímetro por segundo, o de unos 40 metros por hora.

Desde luego, es una velocidad pequeña (no sé si de tortuga o de caracol, pero por ahí debe andar), pero ¿afectará en algo a la órbita de Io? Veamos… (al final me hacéis calcular…)

(algunos minutos más tarde…)

La velocidad de desplazamiento de Io en su órbita es (suponiendo órbita circular, que es una muy buena aproximación, y tampoco está uno para perder la tarde) de unos 17,3 km/s, o de 62400 km/hora. ¿Creéis que se va a enterar por un empujoncito de 40 metros por hora? (y eso teniendo en cuenta las enormes exageraciones que hemos hecho en cuanto a velocidad y masa de la erupción). Pues no. Y esto no voy a calcularlo, porque creo que es evidente: el efecto es despreciable, totalmente despreciable, y probablemente (casi seguro, aunque tampoco lo voy a calcular) inferior a cualquier otra perturbación que pueda sufrir la órbita de Io por efectos de cuerpos cercanos, empuje de la radiación joviana, etc.

Esto sin mencionar que las velocidades se suman vectorialmente, y que, dependiendo de la dirección de la erupción en relación con la de desplazamiento de Io en su órbita, el efecto en la dirección y magnitud de la velocidad de desplazamiento del satélite sería distinto (aunque siempre absolutamente despreciable). Los curiosos efectos que tiene el hecho de dar este empujón en una dirección o en otra los analizo en profundidad justamente en un próximo artículo que voy a publicar en la revista Espacio, así que el que esté interesado puede comprarla y leerlo, los efectos son curiosos (creo que saldrá en el número de junio). En cualquier caso, ya digo, para el caso de las erupciones podemos decir que su efecto sobre la órbita es completamente nulo, por grande que sea dicha erupción.

INCISO:

Aprovecho para recordar que los efectos de los “empujones” a un cuerpo que describe una órbita no tienen nada que ver con lo que estamos acostumbrados a observar en nuestra vida habitual. Lo digo porque a lo mejor alguien piensa “vale, los 40 m/s son muy poco, pero al cabo de unos años, Io se puede haber ido al otro extremo del Sistema Solar”. Es un razonamiento lógico basado en nuestra experiencia; si pensamos, por ejemplo, en un barco que cruza el Atlántico de Lisboa a Nueva York, al que le azota un viento lateral (o una corriente) y no corrige el rumbo, puede terminar llegando a La Habana, aunque sea pequeña la perturbación. Pues bien, si alguno está pensando en eso, que se olvide: la mecánica orbital no funciona así, y una pequeña perturbación aplicada a una órbita, se traduce en una despreciable modificación de dicha órbita. La órbita descrita depende de la velocidad del objeto que la describe, y si esa velocidad cambia poco en su totalidad, la órbita ni se entera, en la práctica.

SEGUIMOS:

Me he dejado el otro caso, el que vemos en la foto, y que es el que podemos esperar que se dé en realidad en casi todos los casos: que la velocidad de salida de la lava y demás materiales sea inferior a la velocidad de escape, y vuelva a caer sobre la superficie. En ese caso, no aparece ninguna fuerza sobre el centro de masas del sistema (sistema astro-materia expulsada), luego la órbita no se ve afectada. Simplemente se produciría una pequeña oscilación momentánea de Io en su órbita: mientras la lava sale “hacia arriba”, Io se movería infinitesimalmente “hacia abajo”, y luego, mientras la lava “cae”, Io volvería a “subir”, reencontrándose en el punto de partida. Algo puramente teórico, claro, porque Io ni se entera, dicha oscilación es absolutamente despreciable. Imaginaos, es más o menos el efecto que hacemos sobre la Tierra al dar un salto: al impulsarnos a nosotros para arriba, estamos también empujando con nuestros pies a la Tierra “para abajo”, pero claro, nuestro planeta ni se entera. Con una masa “saltante” mayor y una masa de astro menor, el efecto aumentaría, pero seguiría siendo totalmente inmedible, puramente teórico.

Ahora bien, aunque como hemos visto la erupción no puede tener efectos sobre la órbita, ¿podría tenerlos sobre la orientación del eje de rotación del astro? Bueno, pues analicémoslo (qué pesado estoy, ¿eh?)

Si suponemos que el volcán es “perfecto”, la erupción será perfectamente vertical, y la dirección de expulsión de la lava y compañía pasará por el centro del satélite (su centro de masas). En este caso, se genera una fuerza “pura” sobre dicho centro de masas, generando un impulso y nada más. Tendremos la oscilación despreciable anteriormente descrita, en el caso de la velocidad de erupción inferior a la de escape, o la alteración de órbita despreciable, en el caso hipotético de que la lava saliera con tal fuerza que se perdiera en el espacio. Pero ni el eje de rotación ni la velocidad de rotación se verían afectadas.

Ahora bien, ¿y si el volcán está “hecho un churro”, y lanza su lava en un ángulo acusado con respecto a la vertical, en una dirección que no pasa por el centro del astro? Bueno, pues en este caso, el efecto sobre el astro es doble: aparece la fuerza que aparecía antes, y además un momento de giro (un par) debido al descentramiento de la fuerza de impulsión (la de salida de la lava). Lo mismo que cuando golpeamos a una bola de billar con el taco descentrado para darle efecto.

Supongamos de nuevo el caso “exagerado”, en el que la velocidad de expulsión de la lava supera la de escape, que, como hemos visto, es el caso en el que de verdad aparece una fuerza de impulsión (combinada con un momento de giro, en este caso). La fuerza neta de impulsión ya hemos visto que no afecta, pero ¿y el momento? Pues podemos intuir que, por la misma razón que antes (relación de masas), su efecto será despreciable, que el momento inducido será ínfimo en relación con el momento de giro del satélite, y que no notaremos nada en la práctica. Pero a nivel teórico (con efectos inmedibles) podrían pasar dos cosas:

- Una ligera aceleración o deceleración de la velocidad de rotación de Io, si la fuerza actuase en perpendicular al eje de rotación (será aceleración o deceleración dependiendo del sentido de la fuerza, creo que es evidente).

- Un leve movimiento de nutación, si la fuerza actúa en cualquier otra dirección (lo más probable). El movimiento de nutación es el que tiene una peonza cuando está cercana a caerse, o el que resulta de darle un pequeño golpecito lateral cuando está girando perfectamente (que es justamente el caso estudiado aquí); la nutación es una alteración de la rotación en la que el eje de rotación del cuerpo se mueve de forma oscilante, describiendo un cono.

Así que, en el caso hipotético de la mega-erupción de supermasa a supervelocidad, podríamos tener un inapreciable efecto de nutación sobre Io. Despreciable, en cualquier caso.

¿Y si no alcanzamos la velocidad de escape? Pues similar al caso anterior, durante el ascenso de la lava tendería a iniciarse un inapreciable movimiento de nutación instantáneo, que se vería más o menos contrarrestado por el efecto contrario cuando la masa de lava cayera de nuevo sobre la superficie. Digo “más o menos” porque, debido a que no ha salido en dirección vertical (volcán “defectuoso”), caerá en otra zona, y la fuerza que aparecerá al caer no tendrá la misma exacta dirección que la que apareció al subir, aunque será similar; por tanto, las nutaciones inducidas serán más o menos iguales y opuestas, aunque no exactamente, y quedaría una pequeña perturbación residual. Pero vamos, ya digo, todo esto es pura teoría, ya que, en la práctica, el efecto real se describe rápidamente para todos los casos: NULO.

En resumen (algo que debo practicar: resumir), que no, que una erupción (o una explosión), por grande que sea, no va a alterar la órbita ni el eje de giro de ningún satélite, planeta o similar, por mucho que nos quieran convencer de lo contrario en películas catastrofistas (se me ocurre que este artículo al final se ha parecido a los de Malaciencia; estupendo blog, por cierto). Por desorbitantes que sean las erupciones que vemos en Io, lo son sólo en sentido figurado. (Foto: NASA)

11 abril 2007

Una de fotos (3/3)

En cuanto a la tercera y última, no es una fotografía, sino una composición de fotografías y dibujos. Es una interesante imagen en la que podemos contemplar de una sola mirada todos los objetos conocidos del Sistema Solar de tamaño superior a a 320 km en diámetro (200 millas), representados a una misma escala. El resultado es bastante espectacular, y merece la pena echarle un vistazo.
ACTUALIZACIÓN: Había puesto la imagen directamente aquí, pero es muy grande, y parece que había algún problema, pues no siempre se abría al hacer clic para ver a tamaño completo. De modo que he decidido colgar aquí una versión reducida que no dé problemas, junto con un link a donde podéis disfrutarla en todo su esplendor.


(Imagen: Alan Taylor)

Una de fotos (2/3)

La segunda fotografía que os traigo hoy es menos reciente (bueno, tampoco hay que exagerar: tiene un mesecito, apenas), y fue una de las primeras tomadas por uno de los satélites de la misión STEREO, un par de vehículos en órbita heliocéntrica dedicados a estudiar el Sol. Los componentes de la misión Stereo orbitan el Sol siguiendo prácticamente la misma órbita que nuestro planeta y muy cerca de él, uno algo por delante y el otro algo por detrás de la Tierra en su recorrido alrededor de nuestra estrella. Y fue el segundo, Stereo-B, el que “persigue” a la Tierra en su recorrido por el Sistema Solar, el que tomó esta bella fotografía de un tránsito lunar en el espectro ultravioleta.



Efectivamente, lo que vemos superpuesto al Sol es nuestra propia Luna, que vista desde la perspectiva del Stereo-B aparece más pequeña que desde la superficie terrestre, y no es capaz, por lo tanto, de ocultar todo el disco solar. Y lo curioso es que también en este caso nos hallamos ante una fotografía de índole tecnológica, que fue tomada expresamente (incluso moviendo ligeramente la posición del satélite para conseguir el eclipse parcial) para poder calibrar correctamente los instrumentos del vehículo de cara a posteriores observaciones. Y el resultado es una imagen tan bella, espectacular y “sobrenatural” como la que podéis contemplar aquí. (Foto: NASA)

Una de fotos (1/3)

Últimamente, no sé si es que realmente no hay muchos temas espaciales que realmente llamen mi atención para reseñar aquí, o es que soy yo que estoy bajo de inspiración, pero lo cierto es que el blog lleva ya unas semanas de “sequía”, y eso no puede ser. Así que, a falta de algo con más “sustancia”, os dejo aquí tres fotos que me han llamado la atención en las últimas semanas. Las pondré en 3 entradas separadas, para mayor comodidad vuestra.

La primera es otra foto de Io tomada por la New Horizons a su paso por Júpiter, esta vez acompañada en el encuadre por Europa.



No es una gran foto en cuanto a estética (existen fotos inmensamente más bonitas de estos satélites jovianos, principalmente entre las tomadas en su día por la sonda Galileo), pero sí es una imagen muy curiosa, porque es la primera vez que vemos de esta forma a dos lunas de Júpiter en una misma toma, y de un modo similar a como las vería un hipotético habitante de Júpiter desde la superficie del planeta (bueno, si es que podemos hablar de superficie, en un planeta de gas, que en realidad es casi todo atmósfera…). De nuevo vemos sobre Io la gigantesca erupción que presentamos aquí recientemente, y, aunque mucho menores, si miramos con cuidado podemos observar otras dos más pequeñas, una “a las 9 en punto”, y otra situada entre ambas, casi sobre el terminador del satélite (la línea que separa la noche del día).

Es de destacar, también, que aunque en ambos casos estamos viendo casi en su totalidad la cara nocturna de las dos lunas galileanas, en el caso de Io esta zona está en penumbra, mientras que en el de Europa la noche es total. La razón se la debemos a sus posiciones relativas al planeta gigante: la cara de Io que observamos en la fotografía está mirando hacia Júpiter, y recibe, por tanto, la luz reflejada por este planeta; la cara nocturna de Europa, en cambio, está mirando en esta foto hacia el lado opuesto del ocupado por Júpiter, hacia el vacío del espacio, y de esta forma la negrura es total.

Esta foto tiene un origen curioso, ya que no tiene un motivo científico, sino técnico: junto con otras seis fotografías, han sido tomadas con el único propósito de calibrar las cámaras de la sonda a su paso por el planeta. Pero, ya que había que tomar fotos con un contenido científico “indiferente”, ¿por qué no hacer participar al público, dejándole elegir el motivo a fotografiar? Así se ha hecho (como también se ha hecho a menudo con el telescopio Hubble), y éste ha sido el resultado. Una interesante forma (aunque quizás algo falta de publicidad para hacerla más efectiva) de promocionar la actividad espacial. (Foto: NASA)

10 abril 2007

¿Buscando unos días de sol y playa?

¿Dónde pasasteis las vacaciones de Semana Santa? ¿Buscabais un sitio de sol y playa donde disfrutar de los primeros calores primaverales y a cambio os encontrasteis por toda España con chaparrones y cielos negros? Si es que teníais que haber ido a Islandia: mirad qué buen tiempo, con sol y sin una sola nube, hacía el pasado 26 de febrero…


(Fotografía tomada por el satélite europeo de estudios medioambientales Envisat)