28 octubre 2006

Nuevos artículos en mi página principal

Ultimamente, este blog tiene bastantes más visitas que mi página principal. Eso es lógico, pues se actualiza más frecuentemente. Pero os recuerdo que aquí no aparecen todos los artículos: este blog está dedicado principalmente a artículos de opinión. Otros artículos más "serios", siguen publicándose en mi web principal, en la sección Artículos.

Es cierto que son pocos, pues la mayor parte de esos artículos "serios" terminan en publicaciones impresas, y no en la web. Pero hay excepciones. Ultimamente he colgado en mi web un par de nuevos reportajes que quizás os puedan interesar:

Nada más, solamente recordaros que allí podréis encontrar de vez en cuando alguna lectura espacial adicional a este blog. Saludos a todos.

23 octubre 2006

La guerra preventiva llega al espacio

El gobierno norteamericano acaba de desclasificar la nueva política espacial de la Administración Bush, un documento de fecha 31 de agosto de 2006 que reemplaza al anterior, de 1996.

A lo largo de las 10 páginas del documento desclasificado, la nueva política reitera básicamente lo ya conocido, en los términos generalistas que son de esperar en un documento de este tipo: compromiso para continuar las actividades de exploración tripulada y no tripulada del espacio, favorecer la cooperación internacional en este ámbito, o favorecer la introducción de la industria privada en la actividad espacial. Nada nuevo bajo el sol. Lo que quizás hace de este documento algo digno de mención es la defensa sin complejos del derecho de los Estados Unidos a llevar el concepto de “guerra preventiva” al ámbito espacial.

En este sentido, el documento expone literalmente que “los Estados Unidos consideran las capacidades espaciales (…) vitales para sus intereses nacionales”, lo cual les llevará a “disuadir o impedir a otros que puedan obstaculizar estos derechos, o que desarrollen capacidades con esa intención”, incluyendo “denegar, si es necesario, a los adversarios, el uso de capacidades espaciales hostiles a los intereses nacionales de los Estados Unidos”. En otras palabras, si un país considerado hostil desarrolla una capacidad espacial que pueda ser considerada “amenazante” (y este concepto puede ser muy amplio), los Estados Unidos se reservan el derecho a actuar como consideren oportuno para aniquilar esa capacidad.

Lógicamente, en línea con estas declaraciones, se reservan el derecho a militarizar el espacio como crean conveniente. Así, declaran explícitamente que “las propuestas de acuerdos de reducción armamentística u [otras] restricciones, no deben obstaculizar los derechos de los Estados Unidos para conducir investigación, desarrollo, ensayos y operaciones u otras actividades en el espacio en nombre de los intereses nacionales de los Estados Unidos”. Es decir, en lenguaje del pueblo, que se pasan los posibles acuerdos de limitación armamentística por donde les parezca oportuno, y se reservan el derecho a militarizar el espacio aunque en el futuro se pudiera decidir prohibirlo mediante acuerdos internacionales.

Todo esto queda claro en uno de los objetivos a continuación explicitados para la nueva política espacial: “Permitir las operaciones libres de obstáculos de los Estados Unidos en el espacio para defender nuestros intereses allí”. O sea, asegurarse la libertad a hacer lo que les plazca en el espacio. Otras frases similares refuerzan estos mensajes a lo largo del documento.

Realmente, esto no es nuevo. La militarización del espacio es algo que ha estado dentro de los objetivos de las grandes potencias desde el lanzamiento del Sputnik en 1957. Quizás la famosa Iniciativa de Defensa Estratégica (más conocida como “Guerra de las Galaxias”) lanzada por el Presidente Reagan sea lo más conocido a nivel popular, pero lo cierto es que armas en el espacio las ha habido y las hay, aunque, lógicamente, se sabe poco sobre ellas. Tampoco es de esperar que sean grandes armas apocalípticas a día de hoy (los requisitos técnicos parecen hacerlo bastante complicado por el momento), pero los satélites antisatélite son una realidad hace tiempo.

¿Qué es, entonces, lo nuevo de estas declaraciones oficiales norteamericanas? Pues, por un lado, su voluntad de quedar al margen de cualquier acuerdo internacional de limitación de armas en el espacio, y, por otro lado, su arrogación del derecho a atacar los desarrollos espaciales de cualquier país que pueda ser considerado hostil.

Esto último es lo más peligroso, al anunciar claramente el concepto de “guerra preventiva” espacial. Y ya sabemos que bajo ese concepto se pueden esconder guerras simplemente económicas. Con lo cual, bajo la excusa de impedir que un país del “eje del mal” desarrolle actividades espaciales que puedan ser una amenaza, en la práctica puede servir para impedir que ese país simplemente acceda al espacio, con cualesquiera fines. De esta forma se le restringe su desarrollo y, quizás también, se evite la aparición de un nuevo competidor en el mercado espacial. Creo que sobran más comentarios.

20 octubre 2006

El Hubble y el Tercer Mundo

Ayer leí (con algo de retraso) una cosa que me dio que pensar. Se trata de unas declaraciones del norteamericano Robert Zubrin, el fundador de The Mars Society. No es que yo sea lo que se dice un seguidor de Zubrin, pero de vez en cuando dice alguna cosa coherente, como en esta ocasión.

Criticaba Zubrin (que aprovecha siempre que puede para criticar a la NASA, no sé si como ex-empleado resentido, aunque también a veces con razón) los planes de la NASA de llevar a cabo una misión encargada de desorbitar al telescopio espacial Hubble. La misión consistiría en diseñar un módulo de propulsión que sería enviado al espacio para acoplarse con el telescopio, y encargado de sacarlo de su órbita en una maniobra de reentrada controlada. Con ello se conseguiría evitar el riesgo que supondría una reentrada descontrolada del aparato, con el peligro de que sus restos pudieran caer sobre zonas habitadas y suponer una amenaza para la población.

El problema es que esta misión (aún simplemente una idea, no es algo decidido) costaría unos 300 millones de dólares. Y planteaba Zubrin que es absurdo gastar esa cantidad para eliminar un riesgo que es bastante remoto. Efectivamente, lo más probable, por simple distribución geográfica, es que los restos caigan bien sobre el mar, o bien sobre zonas deshabitadas, pues las ciudades representan un área minúscula de la superficie terrestre. Y dado que la órbita del Hubble lo llevaría a caer con más probabilidad en áreas del Tercer Mundo (sí, les toca todo, a los pobres...), argumentaba Zubrin que sería mucho más útil emplear esos 300 millones de dólares en ayudas a esos países que en la misión de sacada de órbita del Hubble. Efectivamente, esos 300 millones en ayudas quizás salvarían las vidas de centenares o miles de personas, mientras que el Hubble lo más probable sería que matase entre una y ninguna.

Pues tiene razón Zubrin, para qué negarlo... aunque en el fondo sus palabras sean, como a menudo, bastante demagógicas, pero en este caso es una demagogia que invita a la reflexión.

Para mí, la verdadera crítica a la NASA sería por qué se diseñó el Hubble sin tener en cuenta el peligro que podría suponer su reentrada, habiéndose debido prever ya en su diseño la inclusión del motor de salida de órbita que solucionase el problema. Ello habría evitado el riesgo con tan sólo una pequeña fracción del coste que ahora supone la misión planteada.

Y es que lo cierto es que la NASA no ha tenido históricamente mucha preocupación por la reentrada de sus ingenios espaciales, al menos en el momento de diseñarlos. Fue el caso, por ejemplo, del Skylab, su única estación espacial hasta la fecha (dejando aparte su gran participación en la ISS). Con un tamaño muy superior al del Hubble, su reentrada descontrolada en 1979 mantuvo en vilo a medio mundo, con un importante impacto mediático, ante el riesgo de que sus fragmentos pudieran caer sobre alguna zona habitada (al final, cayeron sobre el Océano Indico y sobre el desierto australiano). Dicho en castizo, parece que sólo se acuerdan de Santa Bárbara cuando truena, o que sólo piensan en la reentrada cuando se aproxima el final de la vida útil, cuando ya la cosa no tiene remedio (o lo tiene complicado y caro, como en el caso del Hubble).

Pero volvamos a los comentarios de Zubrin, que tienen su miga. Y es que, efectivamente, los 300 millones de dólares serían mucho más útiles para la Humanidad, y para el Tercer Mundo, y para salvar vidas humanas, que empleados en el módulo para el Hubble, que seguramente es innecesario. Pero también está claro que ni la NASA ni el gobierno norteamericano (ni cualquier otro) aceptarían nunca hacer este cambio.

¿Por qué? Pues por una razón de publicidad (publicidad negativa), simplemente. Porque de nada serviría que la NASA hiciese una donación de 300 millones de dólares para proyectos humanitarios en el Tercer Mundo, si luego un fragmento del Hubble mata a una persona, o simplemente daña propiedades (sin daños personales) en algún país del Tercer Mundo. Si esto ocurriera, nadie pensaría en los 300 millones donados, daría igual: las críticas a la agencia serían demoledoras.

Lamentablemente, así funcionamos en el mundo, todos nosotros. Así que es lógico que prefieran utilizar esos 300 millones en protegerse de un posible bochorno internacional que en mejorar las condiciones de vida en el Tercer Mundo. Dejando aparte el hecho prosaico de que las indemnizaciones a pagar por los posibles daños (humanos o materiales) superarían probablemente con mucho esa cifra, por pequeño que fuese el daño, mala prensa aparte. Así que gastar ese dinero en la misión de fin de vida del telescopio, probablemente no es lo razonable, pero sí lo lógico, en nuestra sociedad. Lo que habría que exigirles es que la próxima vez que diseñen una misión cuya reentrada pueda poner en riesgo a la población, que lo tengan en cuenta desde el principio. Así podrán emplearse esos 300 millones de dólares (o, digamos, 250, teniendo en cuenta el sobrecoste que supondría incorporar en el diseño inicial del ingenio los sistemas necesarios para su correcto "funeral") en cosas mucho más útiles. (Foto: NASA)

17 octubre 2006

Pedro Duque deja la ESA... pero poco

Efectivamente, el astronauta español Pedro Duque abandonará la Agencia Espacial Europea en breve, aunque no definitivamente (o, al menos, esa es la intención actual, que luego estas cosas nunca se sabe cómo acaban). Y es que Duque ha solicitado una excedencia de dos años (suerte que puede hacerlo) para pasarse a la empresa privada, como director de Deimos Imaging, una filial de la empresa aeroespacial madrileña Deimos Space.

Deimos Imaging tendrá su sede en el Parque Tecnológico de Boecillo, en Valladolid, un centro empresarial que está desarrollándose rápidamente con empresas de alta tecnología, muchas del sector de automoción, pero también varias de ellas del sector aeroespacial. Y, como su nombre indica, la empresa trabajará en el campo de la observación terrestre desde el espacio, un sector en expansión desde hace varios años, y con unas perspectivas de mercado crecientes. Las aplicaciones de esta tecnología son numerosas y también crecientes, desde la búsqueda de recursos naturales al control de actividades ilegales, pasando por el control medioambiental o incluso actividades lúdicas como Google Earth, por nombrar sólo algunas.

Pero lo importante no es la cuestión anecdótica de que Pedro Duque deje temporalmente el cuerpo de astronautas para dirigir esta empresa (bueno, anecdótico para nosotros, no para él ni para su nueva empresa, en la que seguro que sus contactos le serán de muchísima utilidad, aparte de su experiencia en el sector); lo importante es que nuestra indsutria espacial crezca con nuevas empresas. Y, sobre todo, con empresas brillantes como Deimos.

Deimos Space es una empresa muy joven, nacida en 2001, y pequeña (150 empleados, con un alto nivel de formación), pero que ya despunta como una de las más reconocidas en sus áreas de actuación. Como ejemplo de su competencia tenemos el concurso celebrado a nivel internacional el año pasado por la Agencia Espacial Europea. Bajo el título "Advanced Concepts Team-Global Trajectory Optimization", el concurso buscaba calcular la trayectoria óptima para una sonda enviada al encuentro de un asteroide. Con la base en una misión destinada a desviar un hipotético asteroide en ruta de colisión con la Tierra, el objetivo era conseguir que la sonda llegase con la máxima energía cinética (en la práctica, velocidad) posible, para unas condiciones de lanzamiento y masa del aparato fijas.

En el concurso participaron 17 equipos de múltiples nacionalidades: franceses, italianos, alemanes, holandeses, rusos, norteamericanos, y chinos. Entre ellos, organismos tan prestigiosos como el JPL de la NASA, el CNES francés, el Instituto de Aviación de Moscú o la planta de Khrunichev (diseñadores de los lanzadores Proton y Angara), entre otros muchos. Y entre tanto gigante, dos pequeñas empresas privadas en representación de España: GMV y Deimos.

En un escenario así, seguramente pocos esperarían el resultado final: en febrero de 2006 se anunciaba el ganador, el Jet Propulsion Laboratory de la NASA, con 1850 puntos. Hasta aquí, nada sorprendente. Lo que quizás sí sea más sorprendente para muchos es que el segundo en el ranking fue Deimos Space, prácticamente empatado con el JPL, con 1820 puntos. Y el tercer puesto correspondía a GMV, algo más alejada, con 1455 puntos. El CNES, Khrunichev, y otros prestigiosos centros de nombres menos conocidos, quedaban todos más alejados por debajo. En el podio, las dos únicas empresas españolas participantes, y una de ellas separada del ganador prácticamente por la "photo finish".

¿Impresionante? Sin duda. ¿Sorprendente? No tanto, aunque pueda serlo para el público en general, e incluso para buena parte de los profesionales del sector, dada la escasa y prácticamente desconocida representación española en el mismo. Pero digo que no es sorprendente, porque el elevado nivel de los ingenieros españoles en análisis de misión es algo reconocido hace años, y reflejado, por ejemplo, en el nivel de "excelencia en mecánica orbital" otorgado por la ESA a GMV hace ya bastante tiempo.

Ahora, Deimos viene a ratificar este magnífico nivel de nuestros ingenieros. Y lo hace prácticamente desde el anonimato, y desde una juventud y tamaño que la deberían hacer palidecer ante los veteranos gigantes aeroespaciales con los que se enfrentaba en el concurso de la ESA. Algo que debería hacer reflexionar a nuestros responsables políticos a la hora de invertir recursos (a través del nivel de participación en la ESA) en un sector prácticamente olvidado en nuestro país, pero para el que constantemente demostramos poseer un nivel de primera línea, en buena medida desaprovechado. Lo que significa desaprovechar una mayor presencia en un mercado con un buen potencial comercial a corto y largo plazo, pero, sobre todo, con un magnífico potencial en cuanto a desarrollo tecnológico de nuestra industria nacional.

Comenzaba esta disertación comentando que Pedro Duque deja la ESA, al menos de momento. Esperemos que no sea definitivo y que pueda volver al espacio, por la publicidad que ello supone en nuestro país para este sector tan necesitado de ella. Pero lo hace para ponerse al frente de una nueva empresa espacial en nuestro país, y eso es un buen síntoma. Ojalá sea sólo el principio de una nueva era. (Imagen: Deimos Space)